Viaje al Sitio de El Batán

El Batán es un lugar pequeño, y en su parte norte alargado y con forma de caparazón de tortuga, como aquellas Testudo bolivari que en la antigüedad habitaban estas tierras, en cuyo lomo soporta dulcemente la Casa de Campo.

A primera vista El Batán no sorprende por ninguna otra cosa que no sea por su proximidad a la Casa de Campo y a la A-5 autopista que suplanta al Paseo de Extremadura, dividiendo el Sitio de El Batán, por lo que uno puede sentirse en este lugar; como en un paraíso o por el contrario como en un infierno.

Será por eso que una de sus calles más antiguas sea la del Dante -Dante Alighieri-, el poeta del paraíso y del infierno.

El Paraíso
El Infierno

Hablar de El Batán de hoy no es fácil ni tan siquiera describir la deficiencia que más llaman la atención a cualquier visitante: su aislamiento y falta de servicios.

No es además un aislamiento cualquiera, ya que tiene tres estaciones de metro y varios autobuses, se trata de alambradas, tapias y la trinchera de las vías del suburbano que nos separa de la Casa de Campo. Después el muro de la autovía A-5, que aísla en dos el norte del sur.

Ya os lo dije, el Paseo de Extremadura es un muro infranqueable de coches ruidosos y contaminantes que algún día será soterrado para que los habitantes de este lugar caminen por encima orgullosos del lugar en donde viven.

Es El Batán un lugar sin apenas servicios; ningún consultorio médico en la actualidad, ni centro de la tercera edad, aun cuando la media de su población es la más longeva del Madrid y la residencia de mayores que años atrás se instaló cercana, no es, por su coste, posible para la gente humilde que aquí habita.

El Centro Cultural el Greco inaugurado el 18 de marzo de 1997 no responde a lo que debieran ser las necesidades de las personas; tanto jóvenes, como mayores, pues se limita a poner a su disposición una cafetería donde reunirse para beber y jugar a las cartas. De cultura poca.

De igual forma las instalaciones deportivas de El Olivillo no cumplen con su cometido de impulsar el deporte entre los más jóvenes. Simplemente se alquilan al mejor postor que a veces se desplaza de otras zonas.

Un pasado lleno de todos los alicientes

No es mi intención contar aquí las deficiencias de este sitio, que se manifiestan por sí mismas. Mi deseo es qué, a través del conocimiento del lugar y de su historia nos interesemos por cambiar su futuro.

Solo se ama lo que se conoce, eso nos dijo Leonardo Da Vinci.

¿Lo conoces lo suficiente cómo para defenderlo como algo tuyo?

Sólo conociendo su historia y amando su privilegiada situación, se podrán tener los suficientes motivos para que nosotros mismos elevemos su nivel y consigamos que El Batán sea un lugar habitable en toda su extensión, un lugar único.

Cambios radicales

Recorrer la historia de El Batán es sumergirse en un pasado lleno de todos los alicientes que configuran la vida de los pueblos: luchas, crímenes, guerras, intereses y sobre todo personas, personas que pelearon y pelean por sobrevivir en un mundo difícil a veces, dominado por personas injustas, que afortunadamente cada vez son menos, pero que aún en el siglo XXI mantienen las injusticias del pasado.

A las personas no sólo hay que darles las herramientas para que hagan cambiar las cosas, también hay que enseñarles a manejar esas herramientas. Grandes ideas se quedaron en el camino por eso, por no haber sido manejadas correctamente.

Lo que ninguna persona de los siglos anteriores pudo imaginar, era los cambios tan radicales que se iban a producir.

Foto aérea de 1946 y en la actualidad

Sitios que permanecieron inalterables durante siglos; como ventas, huertas, tejares, vaquerías, se convirtieron de la noche a la mañana en edificios de viviendas, y los caminos de tierra y adoquines: en autopistas.

Por otro lado, mientras tanto, sucedió algo inverosímil para los tiempos pasados y los actuales, la permanencia de un lugar tan emblemático como la Casa de Campo, que tanto tiene que ver con el poder despótico de la monarquía y a la vez con la conservación de nuestro hábitat primitivo, que es la naturaleza.

Una enseñanza es que el presente debe mucho a los que nos antecedieron.

La Casa de Campo, este Real Sitio, ahora nuestro, nos ata con sus atractivos y complementa el lugar llamado El Batán.

Hallazgos inverosímiles

Restos romanos en El Batán

Yo, que he tenido el privilegio de remover las tierras arenosas de El Batán y en sus fronteras he sido testigo de hallazgos inverosímiles; caballos y tortugas cuyas especies ya no existen, poblados celtas, romanos y visigodos. Restos de munición y personas de la pasada Guerra Civil 1936-39. Trozos de ladrillos de los tejares de la zona y piedras de fuego de la antigua valla fernandina que nos separaba de la Casa de Campo. No faltaron cascos de botellas y botijos, latas de sardinas y alpargatas de los obreros que trabajaron en la construcción de las casas de estas colonias que configuran El Batán.

Pero estos hallazgos son pobres e insuficientes para conocer en profundidad el origen de El Batán. Hoy resulta casi imposible excavar en sus arenosas tierras en busca de restos del pasado y más cuando sus tierras han sido parceladas y ocupadas en casi su totalidad. Tengo pues que recurrir a otras esferas, allí donde otros, en el pasado, buscaron, excavaron y depositaron sus hallazgos en museos e instituciones.

Aquellos sitios que recuerdas de tu infancia

Niños en la puerta de la Iglesia del Rosario

Así comienza la búsqueda difícil, pero apasionante, parecida a la de los que buscan el origen de su cuna. Personas que al final de sus días se esfuerzan por hacer una genealogía de su familia, pidiendo a unos y a otros familiares datos y fotografías. Es entonces cuando se dan cuenta de que apenas saben nada, y que mucho de lo que creían saber, era falso, porque la mente a veces es insuficiente. También se dan cuenta de que han empezado demasiado tarde, porque ya han muerto aquellas personas que podían despejarle ciertas dudas y que han derribado aquellos sitios que recuerda de su infancia y que cree que aún los encontrará en pie. Entonces se lamentan y al final desiste; abandonando la empresa.

Zona que en otros tiempos estaba a las afueras

Parecido a ellos parto yo en busca del pasado, pero no se trata de mí -aunque sí un poco- si no de este Sitio de El Batán en el que vivo desde hace años. Y aunque todavía quedan suficientes personas mayores que me pueden aportar valiosa información, y que sin duda son irremplazables, hay otra información, que como veréis hay que buscarla en otro lugar, más frío, pero más efectivo, se trata de los archivos que poseen las diferentes administraciones.

Archivo de Villa entrada a la Hemeroteca

Y busco allí, me afano en encontrar cosas que hablen de este lugar donde vivimos ahora, retrocediendo muchos años, hasta donde sea posible. Zona que en otros tiempos estaba perdida en los arrabales de un Madrid que terminaba en el Puente de Segovia.

La añoranza de un tiempo, a todas luces peor

Somos pocos, pero me encuentro a otros con el mismo empeño, rebuscando en los archivos los orígenes de otros lugares más inconcretos. Yo, en parte tengo suerte en buscar algo preciso y bien definido, con un nombre tan categórico y firme como “El Batán”, ello facilita mucho mi búsqueda. En este terreno la información a veces te desborda, acumulas un montón de fechas y nombres contradictorios, que no sabes qué hacer con ellos, simplemente guardas las cosas, ya vendrá el tiempo de buscarle su sitio. 

¡Gracias!

A la vez, no desdeñas otras fuentes. Te encuentras por la calle a colaboradores desinteresados, a los que escuchas narrar acontecimientos y vivencias que no puedes por menos que añadir al repertorio de sucesos.

Ellos te aportan fotografías y sucedidos, datos y nombres que apuntas en una servilleta del bar, o detrás de un papel de propaganda.

Cuesta poner la pasión que ellos transmiten; la tristeza y la añoranza de un tiempo, a todas luces peor, pero que en él, ellos eran jóvenes y aún podían abstraerse del triste final de todas las cosas.

A veces sus relatos están llenos de los errores propios de los que sólo se fían de su memoria, y de una interpretación personal a la que a veces confieren un dramatismo que no alcanzo a reflejar.

La verdad documentada

Mal asunto el de los recuerdos, viven en nuestra cabeza y si no los confrontamos con los que compartieron ese tiempo, al final llegan dañados, casi inservibles.

Son como esas fotografías que pasan de una mano a otra; ahora pierden una esquina, luego se doblan, amarillean, se rozan y al final en ellas apenas reconocemos a las personas o los sitios por su irreparable deterioro.

En este trabajo, me propuse, que sólo tendría cabida la verdad documentada y los relatos que concuerden con esa documentación que supongo verdadera. Al final abro la mano y me digo:

¿Quién soy yo para decidir lo que debo contar o no?

Si hasta los documentos mienten o cambian en algún detalle; fechas, lugares o nombres, pues al final es otro hombre el que redactó esos documentos.

Para terminar os diré que el orden no corresponde con otra cosa que mi propio criterio, ya que los temas son tratados por separado y retroceden o se acercan según un orden puntual y nunca general.

Aquí empieza la aventura, el camino hacia el conocimiento de un lugar que nos pertenece a todos.

«¡Buen viaje!«