Muerte en el Olivillo

La Casa de Campo madrileña, propiedad en otros tiempos de la realeza, era un espacio donde una población de trabajadores podían nacer, vivir y morir sin salir de ella.

Aquí al servicio de los reyes; le dedicaban la vida entera. En 1561 aún se empleada para designar a los trabajadores de la Casa de Campo como «trabajadores esclavos» empleados en la jardinería (ver Archivo General de Palacio, tomo II folio 155-179 y otros).

Para ello la Casa de Campo contaba con Alcalde, juez, fiscal, guardias, escribanos, médico y cirujano, botica, taberna, carnicería, varias iglesias con su sacerdote, colegio para niños, cárcel, trabajo en abundancia (mal retribuido) y un pequeño cementerio.

La Casa de Campo era sin duda un lugar particular, donde los reyes cazaban, asistían a carreras de caballo, patinaban o simplemente paseaban, mientras una población interna que llegó a ser de más de 200 personas fijas con sus correspondientes familias mal vivían con los pocos recursos que proveía la finca. Tenemos un documento (legajo número 6 del A.G.P.) donde en el año 1735 el alcaide de la Casa de Campo dirigiéndose al rey Felipe V dice: “Los criados que sirven a V.M. en la Casa de Campo, gozan de sueldos iguales a los que hace doscientos años se les asignó, tan cortos que no pueden mantenerse, aún cuando lo cobrasen puntualmente, pero como hace cinco años que no se les paga, padecen extrema necesidad”.

es descubierto por un guardia civil

Hemos visto que la Casa de Campo tenía sus propios guardas, ya que el perímetro de la Casa de Campo estaba siempre expuesta a los matuteros (contrabandistas) o cazadores furtivos, todos los reyes desde Felipe II tuvieron guardas para proteger la finca, muchos de ellos vivían en la propia Casa de Campo pero también había guardas que después de su jornada de más de 14 horas salían del recinto, porque vivían fuera de él. Uno de estos guardas era Ma­riano Muñoz Zazo, un hombre menudo y tosco al que le lloraba constantemente su ojo derecho, que apenas podía cerrar, por un “aire” según decía él que le dio de niño. Mariano entró de guarda cuando apenas contaba veinte años y ahora a sus cuarenta, es despedido de la noche a la mañana por llevarse unos conejos de la finca. Hay que poner las cosas en su sitio, diciendo que eran ellos los encargados de que no se cazara furtivamente en la Casa de Campo, pero Mariano lleva cuatro meses sin cobrar al igual que sus compañeros, la administración de la finca tiene pocos recursos y los que tiene los emplea para otros asunto, el problema del pago a los empleados de la Casa de Campo es un tema recurrente y que todos los monarcas consentían. El caso es que si Mariano no se lleva algún conejo a casa, su familia compuesta de siete hijos, no tendrá que llevarse a la boca. No es demagogia esto del hambre, aunque ahora no lo parezca. Pues bien Mariano es descubierto por un guardia civil y por su denuncia es despedido. No han valido las súplicas de Mariano a la guardia civil. Tengo que decir que dentro

de la Casa de Campo existe en esta época año 1929 una Casa Cuartel de la Guardia Civil, está en Rodajos junto a la entrada de ese mismo nombre.

no fue suficiente

Desde que Mariano ha sido despedido como guarda de la Real Casa de Campo, utiliza su conocimiento de la finca para entrar en ella y colocar lazos para atrapar conejos, que al otro día retira y vende para subsistir. Para su captura se lleva a su hijo mayor, sin trabajo como él, y juntos saltan la tapia por la zona próxima a la puerta de las Ventas de Alcorcón, allí existe una zona donde la tapia presenta facilidades para entrar. Llevan haciéndolo casi dos años y en este tiempo han sido sorprendidos en más de una vez por el propio guardia civil que le denunció. Entre ellos existe una especie de rivalidad. Mariano se cree lo suficientemente listo como para no dejarse coger otra vez y la pareja de la guardia civil mandada por Roque Hernández Herrero, que se siente humillada y quieren darle una lección o algo más a Mariano: no fue suficiente que por su culpa le dejasen sin trabajo.

En las primeras horas de la mañana del miércoles 7 de mayo de 1930, Roque Hernández Herrero y su pareja, se hallan apostados en la carretera de Extremadura, en las inmediaciones del Tejar del Olivillos (propiedad de Marcelino Barrio), cercano a la Casa de Campo y por donde saben que pasará Mariano y su hijo cuando regresen de la caza furtiva.

Ahora me limitaré a reproducir lo que la prensa dijo en su momento: 

“En las primeras horas de la maña­na de hoy, al montarse el servicio de vigilancia en el interior de la Casa de Campo, una pareja de la Guar­dia civil sorprendió a dos hombres que, como otros muchos, se dedicaban a la caza furtiva de conejos. Los guardias dieron el alto a los individuos de referencia, quienes em­prendieron veloz huida. La pareja de civiles persiguió a los fugitivos, y cuando estaban a punto de alcanzar a uno de ellos parece, según testimonio de los guardias, que el fugitivo volvióse rápidamente y con una barra de hierro pretendió agredirles. El guardia Roque Hernández He­rrero montó el máuser y disparó so­bre su agresor. Este recibió un bala­zo que le produjo la muerte casi instantánea.

Del hecho se dio cuenta al Juzga­do militar de guardia, y el juez, comandante Gómez Sevilla, instruyó las diligencias de rigor.  Registradas las ropas del cadáver se hallaron docu­mentos extendidos a nombre de Ma­riano Muñoz Zazo de cuarenta y cua­tro años de edad. Según nuestros informes, y pese a las manifestaciones hechas por la pa­reja de la Guardia civil, el asunto no está muy claro y será preciso la práctica de diversas investigaciones merced a las cuales se sabrá la ver­dad de lo ocurrido.

Mientras en el Juzgado de guardia se presen­tó hoy un individuo que dijo llamarse Julián Muñoz García, de veintiún años. Explicó que en la madrugada última salió en unión de su padre, de caza al término de Boadilla donde cobraron varios conejos. Ya con ellos, se encaminaron de nuevo hacia su domicilio, pero al llegar al término de Carabanchel Bajo, y en el sitio denominado Tejar del Olivillo, les sa­lió al encuentro una pareja de la Guardia civil, compuesta por un ca­bo y un número. Según parece, Ju­lián añadió que no recordaba el nom­bre del cabo, pero que muchas ve­ces habían tenido encuentros con é1 y que les tenía pronosticado que se la habrían de pagar. Por esta razón, al advertir su proximidad, padre e hijo emprendieron la huida, y en es­te momento el cabo ordenó a su compañero que disparase, cuya or­den fue cumplida inmediatamente. Añadió Julián que aun cuando vio caer a su padre herido, como sabía que también pensaban disparar contra él procuró huir, cosa que con­siguió. Después, enterado de la muer­te de su padre, ha acudido a las au­toridades para hacer un relato verí­dico de lo ocurrido.

El juez, una vez tomada declara­ción a Julián, dispuso que quedara detenido por infracción de la ley de caza a disposición del Juzgado de instrucción de Navalcarnero.

Jueves 8 de mayo 1930

El comandante Sr. Gómez Sevilla, juez militar que instruye el suma­rio por la muerte de Mariano Muñoz Zazo, ha dispuesto el ingreso en Pri­siones Militares del guardia civil Ro­que Hernández, autor de los disparos que mataron al cazador furtivo.

El juez, que ha estado trabajan­do durante todo el día en este asun­to, marchará a Navalcarnero para presenciar la autopsia, que realiza­rán los forenses de aquel Juzgado.

También se ha podido comprobar que merced a la diligencias prac­ticadas por el Sr. Gómez Sevilla, se ha sabido que el muerto había perte­necido hasta hace poco tiempo co­mo guarda jurado a la Casa de Campo. Por habérsele sorprendido en diversas ocasiones entregado a la caza furtiva, se le expulsó.

Está   asimismo confirmado que ni Mariano ni su hijo tenían consigo arma alguna. El suceso aconteció cuando ambos regresaban a su casa, y no en la de Casa de Campo, sino en el Tejar del Olivillo de la carretera de Extremadura.

la cosa no había cambiado

Y aquí entra un episodio más de la desgracia de ser pobre y tenértelas que ver con la justicia. Mientras la detención del guardia civil Roque Hernández Herrero, sólo fue de unos días, y después se le aplicó una falta leve y quedó en libertad. El hijo de la víctima Julián Muñoz García estuvo en prisión tres años y con el temor de la venganza de la Guardia Civil, pues aunque mientras tanto había entrado la II República, el muchacho se tuvo que marchar de Madrid a Guadalajara para evitar represalias.