y demás celebraciones
Era cuando aún los bautizos y las comuniones e incluso algunas bodas se celebraban en la casa, en la calle, en los patios o como excepción en algún bar modesto o un local vacío bien aliñado para la ocasión. Allí donde los anfitriones bailaban hasta caer rendidos y los niños daban saltos al son de la música del tocadiscos o la radio. Desafiando con sus movimientos al compás de los pasodobles y la moral de la amargura. Se disfrutaba de cada momento, en una época gris en la que todo parecía un exceso. No había que tener invitación para ponerse a bailar y pillar algún vaso de sangría, de aquel gran barreño de zinc donde flotaban el limón y algún que otro pedazo de manzana. Comida poca, apenas unos trozos de chorizo y mortadela. De allí tomaban notas los que decían que la gente humilde era feliz, que podía pasarlo bien en su infortunio. Pero era una representación, un deseo insatisfecho. Los convites llenaban de canciones populares los entornos y a veces, se acercaban a poner música, con su trompeta desafinaba, los gitanos trashumantes. Se unían a la rutilante fiesta con sus caras tostadas y los niños contorsionistas y llegado el momento; sobre una escalera, una cabra hacía las delicias de los celebrantes. Las peleas y los desacuerdos volvían al exceso del vino, formaba parte del final y nadie refrenaba sus impulsos, era así.

“Braulio”
En este año de 2012, reciente aún el derribo del cine Extremadura y el salón Milano, que de la noche a la mañana se convirtieron en solar sin destino.
Hoy 29 de mayo de 2011 han demolido el último local que fuera estandarte de las celebraciones, ya fueran bodas, bautizos o comuniones. Me estoy refiriendo a “Braulio” como se conocía popularmente, no había en el barrio familia que no hubiera celebrado allí algún festejo. Aunque aún está en pie la casa origina donde se fraguó lo que posteriormente se trasladaría a la calle del Greco nº 8 que después se llamaría la Gran Marisquería. Pero poco duró el 23 de febrero de 2016 también fue derribado este último testimonio de lo que fueron los orígenes de El Batán.

Ahora que la máquina ha quebrado sus muros, y yacen sus ruinas por el suelo. Quiero hacer una breve referencia a aquel emblemático salón, el que daba al paseo de Extremadura, que por asuntos turbios aún permanece algún muro en pie: donde venían a bailar criadas y solterones, jóvenes y no tan jóvenes, soldados y algún que otro estafador, que buscaba en las muchachas inocentes presa fácil para sacarles el poco dinero que tuvieran. Llegaban principalmente desde Campamento y Cuatro Vientos los domingos por la tarde, en el tranvía 53 que paraba enfrente. Estaba este local en lo que se conocía como el “Término” por ser este el lugar donde comenzaba Madrid y terminaba Carabanchel Bajo o viceversa. Local de asueto y solemnidades que sólo a los más pobres les parecía un lujo.



En casa “Braulio” celebraban sus convites todas las novias del barrio, era un local austero y recogido que se adaptaba a los presupuestos más escasos, incluso daba a fiar el pago del convite, así podían celebrarlo los hijos de los obreros y sentir ese día como algo importante. Muy diferente a los locales suntuosos que abrieron después en la calle del Greco 8 y que la gente conoce como la Gran Marisquería. Allí venían a celebrar sus compromisos los políticos de la derecha como Alberto Ruiz Gallardón cuando era presidente de la Comunidad de Madrid acompañado de Esperanza Aguirre, cuando se llevaban bien.
Cuando escribo estas palabras en el solar del primitivo Braulio se empieza a levantar un edificio. Atrás aún se conservan las ruinas de los que fueron los Salones Braulio y después la Gran Marisquería, allí se pretendía construir viviendas, pero la realidad es que el asunto se encuentra inmerso en una estafa inmobiliaria, típica e histórica de este sector y a la que el tiempo ni las autoridades ponen remedio.