
Ya en abril del año 1933 el periodista Pascual Lozano del diario la Libertad nos informa de una queja de los vecinos de la calle Dante “del estado lamentable en que se encuentra dicha calle, que cuando llueve la vía se hace intransitable, y que también carecen de alumbrado público y de los peligros de seguridad que conlleva. Nos hablan de una vaquería en la calle que vierte los excrementos de las vacas en un arroyuelo que por allí pasa, por lo que temen una epidemia. Días después el mismo diario vuelve sobre la noticia y cuenta que ya han caído enfermos tres niños de la calle: Jaime Vicent, Marcelino Muñoz y Juan García Sánchez.
El 25 de mayo 1934 el diario el Sol titula: El infierno de la calle Dante: donde los vecinos reclaman, agua, luz y alcantarillado. En su exposición hablan de crear puestos de trabajo para los muchos parados que había.
El inicio de las edificaciones en esta franja de terreno de Carabanchel Bajo comienza en el año 1927 con la configuración de casas en torno a las nuevas calles de Dante, Greco, Sata Cecilia y Perdiz. Se trata de la construcción de algunas casas de campo que se construyen en los terrenos que en ese momento eran propiedad de Herminio Puertas, Pedro Atienza Fernández y la huerta del “Colorado”. Antes como muestra el plano catastral de 1870; habían sido terrenos propiedad de Josefa Cañedo Morí viuda de Manuel Pando y Castañeda. Paradójicamente casi un siglo después los descendientes de los Pando siguieron vivieron en esos terrenos.
Pedro Atienza Fernández
Sin embargo el mayor éxito de la zona se produce en el año 1931 con la proclamación de la II República. La Casa de Campo en un decreto del 20 de abril de 1931 dispone su cesión al Ayuntamiento de Madrid, para que la dedique al solaz y recreo de los madrileños. Durante la República el grupo socialista pide el jueves 26 de julio de 1934 “que se abra una puerta en la Casa de Campo por la calle del Dante para dar facilidad a los niños de las escuelas que se han de edificar en dicha calle y a los vecinos de la Huerta de Castañeda, Lucero y otros”. En la calle Alfonso Cea se abre la Puerta del Madroño y en la calle Dante la puerta del Término, con parada del tranvía 35. Así mismo y en la zona derecha de la calle que pertenece a Madrid y cuyos terrenos dona en junio del año 1932, Pedro Atienza Fernández al Ayuntamiento de Madrid para que se construya un grupo escolar, cosa que así se haría. El 24 de noviembre de 1934 empiezan las obras con un presupuesto de 126.791 pesetas. El día 14 de abril de 1936 el recién nombrado presidente de la república Diego Martínez Barrio encabeza la inauguración de nueve nuevos grupos escolares, el segundo de los que inaugura es el Grupo Escolar Unificado Pedro Atienza, en realidad el centro escolar ya llevaba unos meses de labor educativa. El centro escolar tal como lo describe la prensa de aquel día, consta de dos secciones para cien niños, con despacho para el director, ropero y servicios auxiliares. Como portero del colegio entra el señor Llorente, así lo recuerda su hija María Luisa Llorente, que aún vive en el barrio de Batán y sabe mucho de él y puede contarlo gracias a su prodigiosa memoria. Años después concretamente el 29 de septiembre 1946 una orden Ministerial crea el colegio Nacional “Divino Maestro” para niñas, que será regido por las misioneras del colegio Divino Maestro, que en principio se instalan en la calle Higueras en noviembre 1946 y poco después y una vez reparados los daños que produjo la Guerra Civil en el colegio Pedro Atienza, así comienzan allí su etapa pedagógica y misionera, después construirían alrededor del centro lo que sería el convento y la capilla.
la Casa de “Cachili”
Pero volvamos otra vez al pasado, una vez declarada la II República la cual dona la Casa de Campo a los Madrileños, proyecta para este lugar próximo a la puerta del Término (hoy Dante) de la Casa de Campo la construcción de una zona de recreos y más al oeste una zona escolar. De la zona de recreo aún podemos ver los restos de granito de una fuente que formaba parte del proyecto, que nunca llegó a terminarse por culpa de la guerra. Ella hizo que se destruyeran los únicos vestigios del pasado y de esa época que quedaban en la zona como: La Casa del Renegado, la Casa de “Cachili”, el colegio Pedro Atienza, las puertas del Madroño, del Término y la de las Ventas. Y también se destruyó como dije lo poco que se había construido de la zona de recreos y dejaron en su lugar los bunker y las trincheras que aún perviven entre los pinos y las encinas. La Guerra Civil de 1936 hizo que esta zona fuera muy castigada al quedar como línea de penetración de las tropas rebeldes de Franco que colocaron allí sus líneas de ataque. Línea que coincidía con el Vértice Paquillo y que no era otro que el límite que Madrid tenía entonces con Carabanchel Bajo y que recibía su nombre de un ventorro próximo, el ventorro Paquillo. En la calle Dante esta pertenecía a Madrid y Santa Cecilia a Carabanchel las casa de la derecha pertenecían a Madrid y las de la izquierda a Carabanchel Bajo. En la carretera de Extremadura 272 estaba la casilla de arbitrios o fielato, cuyo vigilante era en 1935 Luciano Rodríguez, con una báscula para pesar la carga de los camiones, allí se pagaba un impuesto por entrar mercancías a Madrid. Precisamente en el pasado (año 1854) los impuestos se pagaba más arriba en las conocidas ventas de Alcorcón que a su vez eran un Portazgo (impuesto medieval, similar a lo que actualmente se denomina peaje), el administrador del portazgo era en Esteban López Parra, todo esto cuando aún existían los portazgo en Madrid. Además del portazgo en este sitio junto a las Ventas de Alcorcón estaban algunos de los basureros de Madrid, solares vallados que para tirar la basura en ellos los carros debían de pagar, y como es sabido que nadie paga gustoso, la mayoría para ahorrarse el pago tiraban su carga en los alrededores, con los consiguientes problemas de olores y fealdad. Pero de eso hace mucho tiempo. Cuando fue absorbido Carabanchel Bajo en 1948 por Madrid, esta casilla de arbitrios fue dada a las monjas del Divino Maestro que ya estaban en la zona desde 1946, como vimos antes, para que ampliaran sus instalaciones. Pues bien, en esta casilla de arbitrios las monjas además de la enseñanza, montaron un dispensario médico, que muchos recordamos y a donde iban la gente que carecía de medios, entonces no había Seguridad Social para lo más humildes, ni para todos.