

LOS TEJARES DE EL BATÁN
Los del Chapa, Marcelino Barrio e Ignacio Peña
“Sucia, desgreñada, sin poderle traspirar el cutis bajo la roña, comida de parásitos, todo el día se lo pasa la pobre criatura en el ladrillar, desde que amanece hasta que llega la noche, sin dejar de llevar ladrillos al hombro, más que en el rato que le conceden para comer; va descalza, y así, hundidos sus pies en la tierra gredosa del piso, posadas sus plantas en el húmedo suelo, soportando el sol y los aguaceros, ayudando cuando hay prisa, se está ocho o nueve horas, sin serle dado satisfacer nunca los deseos imperiosos de sus diez años y de su condición de mujer: echar una carrera por aquel prado que se ve allí cerca y arrancar un buen montón de amapolas. A primera vista se advierte la desproporción de sus carnes, con lo espigado de su persona: no tiene pecho ni rosas en las mejillas; el trabajo la devora, la intemperie la consume y se la lleva….”
Manuel Ossorio y Bernard. (1890)
Sitio de los Tejares
El 8 de junio de 1758 se indica en una orden de trabajo:
“Desmontar y romper la cerca para que los canteros formasen la portada junto a la Venta de Alcorcón y para el Sitio de los Tejares”. Archivo General de Palacio.
Ya hablamos antes de una tranviario llamado José Viloria y su relación con los tejares de El Batán. No puedo por menos que dedicar unas líneas a estos tejares que tan abundantes eran en Madrid y aquí en El Batán la principal actividad antes de que se edificara allá el 1954.
A cualquiera que observe el terreno de El Batán se dará cuenta de que sus tierras son irregulares y se encuentra en una especie de colina, consecuencia de las depresiones de la cuenca del Manzanares y las cuencas de los arroyos de los Meaques y Luche. Pero principalmente acentuados estos barrancos en muchas zonas, en especial en la zona donde el barrio toca con la Casa de Campo, por la extracción de tierras. El desnivel se hace evidente en las colonias del Montepío I y II, en la colonia de El Batán y colonia del Rosario. Ahora que sabéis porqué de estos pequeños acantilados os diré el porqué de que aquí se instalaran tejares. Se debe a que las tierras de estos lugares son excelentes para la fabricación de ladrillos y mala para sembrar en ella.
A pesar de esas modificaciones producidas por la mano del hombre, el paisaje en su conjunto es igual al que vieron nuestros antepasados cuando entraban a Madrid por la carretera de Extremadura ahora autovía, o que el mismo Goya dibujara desde la pradera de San Isidro. Paseo agradable según algunos relatos pero que hoy es una infranqueable barrera de asfalto y contaminación en todas sus variantes. Un lugar de paso obligado, antes y ahora, de los que venían de otras tierras a Madrid, tanto a pie como en coche. Lo que daba antes a estas tierras un alto valor para instalar ventas y toda la variedad de negocios que el tránsito de viajeros demandaba.
sólo unos 4.5 kilómetros de la puerta del Sol
Para situarnos, no hace mucho tiempo, Madrid creció en todas las direcciones, menos en su parte oeste una vez pasado el Puente de Segovia. Aquí el crecimiento fue muy lento hasta los años 1940. Eso fue debido a la barrera que formaba la Casa de Campo, y las sacramentales o cementerios. Por eso aquí en El Batán se mantuvieron actividades que en otros barrios se habían abandonado, y a tan sólo unos 4.5 kilómetros de la puerta del Sol.
Esta actividad no se practicaba solo en El Batán, también las márgenes del arroyo Aluche estaban llenas de tejares, el más importante en 1790 era el Tejar de las Huertas de Aluche, muy próximo a los lavaderos de las Huerta de Aluche.
A los laterales de esta carretera de Extremadura está como dije por un lado El Batán y la Casa de Campo y por el otro unos terrenos en pendiente que descienden en una solana, para luego subir en lo que es hoy la calle Sepúlveda, de este desnivel es responsable el antiguo curso del arroyo Luche en cuyas márgenes más alejadas de Madrid, estaba Caraque de Abajo y Caraque de Arriba, los dos en el término municipal de Carabanchel Bajo. En la margen izquierda del arroyo estaba la célebre Huerta de San Miguel de Luche (o Aluche) de principios del siglo XVII que estaba rodeada de fábricas de ladrillos hasta el año 1973.
Lo que es hoy El Batán
Y ahora me centraré en la cuña que queda entre la carretera de Extremadura y la Real Casa de Campo. Zona baldía y arenosa sin ninguna aplicación importante en agricultura y ganadería, lo que no quiere decir que no hubiera en esta zona huertas y vaquerías, que sí que las hubo. En los mapas de finales del siglo XIX hacen referencia a estos terrenos como zona urbanizable.
Los propietarios de estos terrenos fueron en algunos casos personas importantes y algunas tienen calles en el distrito, como los que ocuparon las tierras de las Torres de Bofarull (también llamado Palacio de Bofarull), propiedad del escritor y político madrileño Manuel de Bofarull y Romaña. Estaban también los terrenos que fueron de los Pando Castañeda y que compraron Pedro Atienza Fernández y Herminio Puertas, las huertas del “Colorado” y los solares de los hermanos Juan Bautista y Julia Castellanos García todas ellas en la zona entre las calles del Dante y Villavieja. Después estaban los terrenos de Modesto Chapa Ferriol, los de Marcelino Barrio González y por último los de Ignacio Peña Herrero. Todos estos terrenos son los que forman hoy El Batán, esa franja alargada de tierra a los lados del Paseo de Extremadura entre la Casa de Campo y la Calle Cebreros, antiguo cauce del Arroyo de Aluche.
Pero sigamos con lo nuestro, la zona a la que más tarde se le daría el nombre de El Batán estaba ocupada por pequeñas casas que hacían de Ventas, es decir tabernas, al amparo de las célebres Ventas de Alcorcón que estaban más o menos a la derecha de la carretera frente a lo que sería después la subestación eléctrica (Ventas de Alcorcón) que se instaló el 27 de mayo de 1943 en ese lugar.
También se beneficiaban de la proximidad de la Casa de Campo y de los tejares próximos. Habitaban allí parte del servicio de la finca Real, ya que sólo los guardas y personal autorizado y ligado al mantenimiento de dicha finca tenía vivienda dentro de la Casa de Campo, pero en determinadas épocas del año se requeríanpersonas para la recogida de piñas, poda de árboles, arreglo del cercado y otras actividades extraordinarias de la Casa de Campo o encontraban trabajo de tejeros. Por hacerse con algunas labores se pagaba cierta cantidad de dinero a los administradores de la Casa de Campo, como coger juncos, violetas, leña, hielo etc. Estos trabajos se anunciaban en las puertas de acceso al recinto y más adelante ya en el siglo XVIII se hacía en la prensa en forma de edicto.
“El Chapa”
Es a finales del siglo XIX y bien entrado el siglo XX, cuando Madrid empieza a expansionarse y necesitar ladrillos para construir, estos tejares y otros que se instalan tienen su máximo esplendor. Tejares bien comunicados con Madrid y cuyas tierras están formadas en su mayoría de grava y arenas arcillosas conocida como “gregón” y que es la materia prima para la construcción de ladrillos, tejas y caños. Sabemos que estos terrenos y otros dentro de la Casa de Campo sirvieron de materia prima para la fabricación de ladrillos en tiempos de Felipe II, de ahí que la toda la carretera de Extremadura a ambos lados según se subía hacia Alcorcón se llenó de tejares. Y precisamente en estos tejares buscaremos parte de nuestra prehistoria y como serán estos tejares el origen de lo que hoy conocemos como el barrio de El Batán. Hubo principalmente dos tejares que llegaron hasta mediados del siglo XX y en ellos centraremos nuestro interés: el más importante es el Tejar conocido como de “El Chapa” propiedad de Modesto Chapa Ferriol el cual al morir en 1939 dejó a su hijo Modesto Chapa Lausirica el tejar, este a su vez cuando murió el 20 de abril de 1954 en su casa de la calle luchana 31 (edificio que hoy recibe el nombre de Modesto Chapa y donde se fundaría el Opus Dei), se hicieron cargo del tejar los hermanos. El otro era el “Tejar del Olivillo” que pertenecía a Marcelino Barrio González, que ocupaba lo terrenos entre la colonia del Montepío II y la colonia del Rosario. Era normal en la época comprar un terreno en estas zonas y sacar gregón de la parcela para hacerte tus propios ladrillos y vender los sobrantes, esto hicieron los frailes de la iglesia del Rosario; hicieron su propia fábrica de ladrillos en los terrenos donde después se construiría la colonia del Rosario.
los “tejeros”
No quiero dejar pasar el momento para hablaros de las condiciones en que se trabajaba en estos tejares de El Batán y todos lo que había en Madrid a principios del siglo XX. Las condiciones laborales son difíciles, no es una excepción dentro del panorama general de los trabajadores de la época. Aunque los tejares de esta zona de Madrid son anteriores al siglos XVIII, no tenemos constancia de denuncias, protestas o huelgas hasta principios del XIX, llegando a su máximo nivel el día 2 de junio del año 1923, cuando los trabajadores de los tejares de la carretera de Extremadura se reunieron en asamblea en el merendero del Olivillo para reivindicar mejoras en sueldos y horarios. El Olivillo es el nombre que se le da a esta zona de la carretera de Extremadura, también se la conoce como el Ventorro de Paquillo (el que da nombre a este Vértice formado por los terrenos de Hilario Sangrador), aunque este ventorro estaba en la carretera de Extremadura nº 1 y la zona de la reunión a que me refiero está a unos pocos metros de los tejares de Marcelino Barrio y del “Chapa”, exactamente en la carretera de Extremadura nº 39. Pues bien en este año de 1923 los obreros ladrilleros, o sea los “tejeros”, llegan a su límite: en los tejares se trabaja sin horario y se permite el trabajo a menores, se pueden ver a niños de apenas diez años haciendo jornadas laborales de diez y doce hora diarias, su jornal a pesar de trabajar “casi” como los adultos es de dos pesetas al día.
José Rodríguez Santiago y Modesto Jiménez Gómez obreros del tejar del “Chapa” encabezan a los disconformes de ambos lados, es decir lo que defienden los derechos de los trabajadores y los esquiroles, que no quieren la huelga. Años después los dos obreros discuten por temas laborales y José en un momento de arrebato aplasta la mano a Modesto con un ladrillo, casi le corta los dedos de la mano derecha. Ni entre los trabajadores se ponen de acuerdo, los hay como siempre en el bando equivocado, justificando su cobardía con la mala suerte, por eso Modesto Jiménez que pertenece a la Federación Local de la Edificación, donde están integrados los trabajadores de los tejares de Madrid y a riesgo de perder su trabajo, único jornal que entra en su casa, propone una huelga general de todos los tejares de Madrid. Ya hubo muchas desde principio de siglo, pero nada cambiaron.
Los 50 tejares, el tejar de la “Elena”
Lo que es incuestionable y no se puede discutir son las cifras: Los 50 tejares que hay en Madrid dan trabajo a más de 4.000 tejeros, y en la capital se fabrican más de un millón de ladrillos diarios, que a 5 pesetas el ciento de ladrillos, es un dinero, y si son tejas curvas, ahí se pagan a 8 pesetas el ciento y la plana a 16 pesetas. Pero el oficio de tejero es uno de los más duros que existen, el tejero trabaja muchas veces 18 horas al día a la intemperie y a destajo, casi siempre con la cintura doblada. Para que te hagas una idea de cómo reparten su trabajo, es de la siguiente forma: los obreros del tejar se dividen en cuadrillas con cinco personas; un oficial, que corta los ladrillos, un “pilero” que prepara la masa de barro, un “soleador” que prepara y seca el suelo, un “placero” que transporta la masa desde la pila hasta el sitio en que corta el oficial y un “allegador” que recoge los ladrillos después de secos -normalmente un día después, según el calor- para llevarlo al horno y cocerlos. Para las tareas secundarias como el “charrande” -que consiste en quitarle la rebaba del molde que sobra al ladrillo- y “levante” se emplean mujeres y niños cuyos sueldos son bajísimos y corren a cargo del dueño del tejar. Pero gracias a las presiones y huelgas de los trabajadores; A partir del 7 de abril del año 1924 se unifican en Madrid los sueldos, ahora más dignos, y las jornadas laborales más justas. Aunque se siguen haciendo trampas, pero al menos ahora son ilegales y perseguidas las infracciones. La cosa queda más o menos así: un oficial cobra ahora por convenio: por cada tarea -tres mil ladrillos- 24 pesetas, siendo el “charrande” y “levante” por cuenta de la cuadrilla. La recogida se abonará a 1,25 pesetas el millar durante el día, con más sueldo durante la noche. Los jornales de los demás empleados será: “cordonero” y “minadores” a 0,80 la hora, “asentadores” a 0,70 la hora, “peones prácticos” a 0,65 la hora, mujeres a 0,35 la hora, aprendices a 0,25 la hora. Un oficial a lo más que puede llegar es a fabricar cinco mil ladrillos diarios lo que le supone un sueldo máximo de cuarenta pesetas que después de repartir la paga con la cuadrilla, se quedan en catorce pesetas al día. Los tejeros por lo general cuando más trabajan es en verano, ya que en la época de lluvia se hace muy difícil su trabajo, pero tienen la necesidad de estar preparados para cuando escampa, por eso viven en las proximidades de los tejares. Cuando llueve su obligación es tapar y proteger el material y esperar. Como descanso habitual sólo tienen los domingos y dos días festivos al año; el 1 de mayo y el veinticinco de diciembre. Los niños pueden trabajar como aprendices, y a veces lo hacen sin sueldo a cambio de la enseñanza, enseñanza que puede durar hasta cuatro años. Para que trabaje un menor sólo hace falta un permiso del padre o en su defecto de la madre o del establecimiento donde esté asilado. La mujer necesita permiso del marido si quiere trabajar, y las niñas sólo podrán hacerlo si lo hace la madre a su lado. Pero en general y a pesar de estas intenciones los niños y niñas menores de diez años trabajan en los tejares doce horas al día por menos de dos pesetas y sin ningún control por parte de la administración. Tuvo que venir la República para poner un poco de sentido común en lo que a los niños y al trabajo se refiere. Prohibición total. Domingo trabajó de tejero hasta los años 70 del siglo veinte, en el tejar de la “Elena” que así se conocía por ser su propietaria Elena González Martín, estaba a la espalda de las Ventas de Alcorcón entre el arroyo Luche y la carretera de Extremadura. Domingo me cuenta tantas historias que apenas puedo ordenarlas en mi cabeza. Domingo es un hombre optimista y habla del pasado sin rencor y llenando cada situación con un refrán o una leyenda. Dice que en el tejar de la “Elena” se trabajaba con buenos materiales y que los hornos del tejar nunca se apagaban. Por eso fue elegida esta fábrica para hacer los ladrillos rojos con los que construyó el “rascacielos” de la plaza de España en el año 1952, los compró la “Inmobiliaria Metropolitana”.
Los tejares de la zona fueron cerrando poco a poco, pues ocupaban terrenos valiosos para las nuevas urbanizaciones. El tejar de la “Elena” fue uno de los últimos en cerrar, a principio de los años 70 del siglo pasado y se debió a que el terreno no era vendible para edificar, ya que era una cesión del Ayuntamiento y una vez desmontado paso a ser zona Verde.
Otros Tejares en El Batán.
El tejar de Marcelino Barrio González hijo de Faustino Barrio Martín que fuera alcalde del Puente de Segovia y después secretario municipal del que heredo el terreno de la carretera de Extremadura después del pleito que enfrentó a los hermanos Barrio, tanto Tomás como Amalia y Marcelino contra su padre en 1904.
El Tejar de Vicente Sanchis y Manuel Pando Castañeda que ocupaban el terreno donde hoy está la Colonia del Montepío I se cerraron a principios del siglo XX